viernes, septiembre 08, 2006

LITERATURA MUNDIAL

El miércoles 31 de enero de 1827, según consta en sus Conversaciones con Goethe, Johann Peter Eckermann encuentra a su amado maestro leyendo con gran interés una novela china. La primera reacción del aprendiz es la extrañeza: ¿acaso su mentor está cayendo en un exceso de “exotismo”? ¿Cómo es posible que el más grande autor de la lengua alemana se “atreva” a semejante desafío? El viejo Goethe no desaprovecha la ocasión y se dispone a darle a su discípulo una nueva lección. Afuera todo se encuentra cubierto por la blancura implacable de la nieve; la biblioteca es, para ellos, el único universo habitable, la alegoría del mundo. El genio poético no es propiedad de nadie sino de la humanidad, sentencia el maestro para luego vaticinar el fin de las literaturas nacionales. Una nueva época para la literatura está por despuntar. Existe, no obstante, el riesgo constante de no advertir la nueva era por la soberbia y el desmedido chovinismo que aqueja a las grandes metrópolis. El gran desafío actual no es, pues, para los creadores que pueblan la totalidad del planeta, sino para los “lectores civilizados”, aquellos personajes que clasifican al mundo desde las butacas de sus bibliotecas (como el propio maestro y su pupilo) y ostentan para sí el derecho a la gran tradición.
Goehte aconseja a Eckermann tomar lo mejor de cada manifestación artística y aprovecharlo en beneficio propio. No reconoce más originalidad que la de los clásicos grecolatinos, lo demás depende del talento de poetas, novelistas y dramaturgos. Su profecía se concentra en una maravillosa democracia literaria, en la gran república de las letras. Sin embargo, la república no es tal, sino un reino global, y éste posee, para desgracia (y beneficio) de Goethe, sus capitales, provincias y colonias, además de contar con idiomas reales y dialectos bárbaros.
El maestro presume a Eckermann su estrategia de selección lectora, sin saber que en las provincias y colonias más lejanas de ese reino letrado todos los aspirantes a literatos deben crear, como él lo ha hecho ese miércoles invernal, sus propias antologías y establecer sus relaciones con la “literatura mundial”. Goethe sueña con la variedad, los escritores “exóticos” con la interlocución y el reconocimiento. Él puede, para ornamentar sus obras, escoger un motivo entre un abanico de temas exuberantes; ellos deben combatir las imposiciones formales y no caer en la imitación servil. No hay por el momento posibilidad de igualdad.
Sin embargo es difícil no imaginar con frecuencia ese lejano día en que, por un breve momento, un extraordinario hombre de letras soñó con la posibilidad de una verdadera literatura mundial y por un instante dejó de ser una autoridad para convertirse en un fascinado y curioso lector.