miércoles, mayo 13, 2015

La crítica como arte, Nadie me dijo que habría días como estos de Víctor Barrera Enderle

Por Rafael Zamudio

En estos tiempos la tarea de encontrar libros que no estén mediados por la Tiranía de la Cultura Pop (la publicidad y las agendas capitalistas, por decirlo de algún modo) no es tarea fácil. Con esto no quiero decir que los libros publicados bajo esos rubros sean malos en sí mismos, sino que para quien tiene intereses distintos puede resultar cansada cualquier expedición a la librería. En mis últimas incursiones de este tipo me ha sucedido. Por suerte, casi siempre al final, después de dos o tres horas de hurgar entre lo que no me mueve un pelo, aparecen una o dos joyas en el lodazal. La mayoría, claro, cosas con las que sé que «no hay pierde», publicadas hace más de cien años (o cincuenta mínimo). Pero de vez en cuando hay un libro recién publicado, escrito hace relativamente poco, con las últimas correcciones a flor de papel.
Hay sellos editoriales cuya calidad, tanto en elección de sus textos como producción, hacen que les dirija la atención en cuanto veo sus libros por ahí. Editoriales que no se rigen (o casi nunca) por las tendencias ni los nombres, sino que promueven ese amor por la literatura como arte que muchas veces desaparece casi por completo en las librerías. Algunas son completamente independientes, otras no tanto, algunas son pequeñas y otras no. Algunas, como An.Alfa.Beta, hacen sus libros a mano y seleccionan sus textos con la misma meticulosidad con la que imprimen. Son libros en los que sé que encontraré algo que resonará en mí, que puede levantar preguntas, que puede hacer que me den ganas de escribir.
Leer Nadie me dijo que habría días como estos (An.Alfa.Beta, 2015) de Víctor Barrera Enderle fue tan refrescante como un buen litro de agua con hielo en un día de canícula en Monterrey. Igual que el agua, una vez que terminó el libro y pasaron unos momentos deseé volver en el tiempo al momento en el que lo bebía. Por suerte ya no vivo en California y puedo darme el lujo de servirme más agua con más hielo, pienso, previendo una relectura del libro en días cercanos, tal vez con más calma, con la sed saciada, sólo por el mero placer de hacerlo.
El libro, divido en seis secciones, ensaya a través de muchos temas (desde la crítica musical, la crónica de viajes y el diario) sobre el arte de ser crítico, tanto en el sentido de «oficio» como en el de visión. Es en la quinta parte, un diálogo entre Ernesto y Gilberto, una especie de relectura de El Crítico como Artista de Óscar Wilde, donde Barrera Enderle continua la idea de Wilde de que el crítico deba ser un ente aparte del artista o, mejor dicho, que la crítica es independiente de la llamada «literatura» pues en realidad no la necesita (ni al arte, en todo caso) para existir. La crítica, en realidad, es la expresión máxima del arte y para poder crear —no mimetizar (como diría Sócrates)— es necesario absorber antes, leer, reinterpretar, desarticular. El crítico, dice Barerra Enderle, es quien cuestiona al poder y crea en esa contraposición: Shakespeare, Víctor Hugo.
Una vez terminada la lectura de esta parte me di cuenta, en retrospectiva, que era lo que se suele llamar la «médula ideológica» del libro. Y en esto descansa mucha parte de la cualidad refrescante de la pieza, pues aunque sea un tema en debate por más de un siglo no es un diálogo que haya concluido todavía entre los círculos del arte y la crítica, tan estrechos y a la vez tan repelentes entre sí por quienes asumen un solo rol (o fingen asumirlos). La lucidez, la claridad, en todo momento guiadas por las cualidades musicales de Barrera Enderle como prosista, me sedujeron: decidí que no quiero ser más un escritor, un artista, sino que quiero ser crítico.
Hacen falta más libros como este, en los que se cuestione a la vez que se crea, en los que la escritura fluya con la confidencia de un diario meticuloso, en los que se observe y describa más no se prescriba. En ningún momento de Nadie me dijo que habría días como estos su autor pretende ningún tipo de censura, ningún tipo de «cómo debería ser». En lugar de eso las cosas son, la escritura es, mientras que la posibilidad de transformación de la literatura crítica se mantiene abierta. Ante un libro tan agradable (y eso no significa que no levante muchas preguntas, muchas dudas respecto al estado de las cosas, sino todo lo contrario) no se puede decir mucho más sin caer en la redundancia de los elogios. Sólo se puede recomendar su lectura y esperar que de ella surjan más diálogos, más ensayos, más preguntas, más crítica.
Publicado en la revista Posdata (7 de mayo de 2015)